Ella
confiaba en él más que en nadie
Nos
han pintado que el amor lo puede todo. Pero no cualquier amor, el amor
romántico, heteronormado, patriarcal, abnegado, ese con el que nos alimentan a
las mujeres desde que nos empezamos a preguntar que diablos significa quél
cosquilleo en la panza… ese cosquilleo mal llamado “amor”. Luego vamos creciendo y nos van diciendo que
es nuestra razón de vida, que a eso vinimos al mundo: a amar. A amar de una
forma que representa el todo, no sólo la razón de vivir sino también el
pretexto para dar la vida, para incluso ser susceptibles a ser arrebatadas de
manera violenta de la misma… y está bien, y eso nos repiten todo el tiempo,
“morir por amor”, sólo así adquiere significado nuestra vida, ¿de qué sirve
vivir si ni podemos morir por amor?. Se convierte la muerte y la desdicha en
nuestro propósito; cada instante, cada respiración solamente vale la pena si es
dedicada a otro, a un ser otro,
preferentemente masculino. Otorgarle todo, el poder de dárnoslo todo, incluso
de decidir si vivimos o no. Y así es como el propósito de la vida de nosotras
cobra sentido ante el mundo, porque nacimos para ellos, porque Adan nos dio su
costilla para que naciésemos, el tiene el poder de quitarnos la vida, suena
lógico. Por eso el alma arde de soledad y desolación si ningún Adán nos mira,
por eso la sociedad comienza a preguntarse si estamos “solas”, si ante los ojos
del varón nuestro corazón no brilla. Si, eso es lo que llamamos amor. El amor
nos mata todos los días, o al menos eso que nos han dicho que se llama amor. Es
falsa felicidad disfrazada de caricias vacías, de poses y de actuaciones
vanales, de puestas en escena mediocres, de simulaciones, simulaciones que
alimentan los egos mas sórdidos y mediocres.
Y así, de amor en amor, de costilla en costilla, hasta encontrar nuestro
romántico final, plagado de moretones, de humillaciones, de desdicha… pero a
los ojos del mundo una desdicha amorosa, envidiada, anhelada, vestida de
blanco, rodeada de flores, esas mismas flores que algún día adornarán nuestras
tumbas, esas donde en letras dirá: murió por amor.
A
las mujeres nis mata el amor por los hombres, y espero algún día surge una
verdadera revolución, donde la balanza se invierta. Ya no creo en la igualdad,
ansío solamente la justicia.